miércoles, 4 de mayo de 2011
Fede Comín en Buenos Aires (02/05/2011)
Por Ramiro Alija.
Es noche de lunes y en el barrio porteño de Palermo (como en todo Buenos Aires, como en todo el mundo) solo se habla de la muerte de Osama Bin Laden ¿La ciudad baja su persiana sin más que ofrecer por hoy? No, aun falta que toque el cantautor argentino Fede Comín, quien se despide del país luego de una gira que lo llevó por Buenos Aires, Córdoba y Rosario, y que, a diferencia de la vida que llevaba el ex lider de Al Qaeda, desea que hoy se lo venga a ver y acompañe cantando, en la sala NoAvestruz.
Hace diez años atrás, este cantautor viajaba a España (precisamente durante los días que caían las Torres Gemelas) e iniciaba su historia del otro lado del charco. Entre tantas cosas que le sucedieron, editó tres discos en solitario, grabó junto a Ana Belén y hasta compartió escenario (también en aquel país) junto a León Gieco.
Muchas veces se habla de ciertos artistas y su “fiel público” ¿Acaso no todos los públicos son fieles con quienes gustan de ver y escuchar? La respuesta es no. El público de Comín es fiel porque está más allá del espacio que brinda la radio, la televisión y la gráfica para difundir la obra de un artista. Su gente se entera que viene al país por él mismo o por el boca a boca vital y necesario en quienes no patean en las grandes ligas. Pero como casi tiene un precio, serán ellos (los que lo han venido a ver) quienes hoy terminen por decidir la lista de canciones que hará. Porque dicen que, en definitiva, el artista se debe a su gente y es por eso que antes que den las diez Fede aparece con su guitarra al hombro para dar comienzo al concierto.
Casi dos horas de canciones que hacen un repaso general por toda su discografía. “El hormiguero” abre la noche con su aroma a chamamé e invita a ir abandonando el frío que amenaza Buenos Aires. Luego vendrá “Puente”, en donde agradece al tango de funcionarle como vinculo de las dos orillas. “No hay mal peor que no saber remar” dice en “Disfraz” y nadie duda que, de “remarla”, él si que sabe. Piden por “Diez menos cuarto” (todos imaginamos alguna vez una gran historia de amor con alguien que acabábamos de conocer hacía cinco minutos) y “Mira como tiemblo” (del hombre que venció a Bonavena en el Luna Park, pero igual tiembla ante un abrazo) y este cantautor no hace más que cumplir.
Las canciones van pasando entre bromas y risas. Un “Carlitos” del dibujo animado “Rugrats” (que una chica había dejado cerca del músico) posa ahora junto a Comín para algunas fotos. Quien hoy toca en NoAvestruz está feliz y quiere seguir cantando hasta que lo vengan a buscar de Granada (ciudad española donde vive). Hablará de fútbol, se entusiasmará con una chacarera y hasta invitará a la cumbia. Confirmado: es bien argentino.
No se olvida de la reciente pérdida del escritor Ernesto Sábato y a él le dedica “Yo te vi primero”, antes que llegue el primer y único invitado de la noche: Tontxu. Juntos interpretan “Para tocar el cielo” (del cantautor nacido en Bilbao) y se hace imposible no recordar al gran Antonio Vega.
Intenta ir cerrando el concierto con “Nos vamos yendo”, pero solo intenta. Nadie aun se quiere ir. ¿Hago una de Charly?, pregunta al público y como la respuesta es un “sí” rotundo, regala una gran versión de “No soy un extraño” del hombre de bigote bicolor y cumple además con el pedido de “Amor fundamental”, para escuchar allí al Comín de los primeros tiempos.
La noche finaliza con “Buenos días” (incluida en el disco junto a Fran Fernández, el cual lleva de nombre el mismo título) y la gente lo despide aplaudiéndolo de pie. Más de veinte canciones para dejar a todos contentos hasta su regreso, el cual, según promete, será pronto.
Porque al igual que las canciones (que lejos están de conocer de fronteras) los artistas tampoco nacen con sus límites geográficos de vida ya determinados. Y Fede Comín, quien ahora deberá nuevamente cruzar el charco y regresar a Granada, sabe que siempre podrá hacer puente y volver. Nosotros lo vimos primero.
martes, 19 de abril de 2011
Llévame a despegar.
Una voz que no entiende y, desintegrándose, pregunta. La misma voz que ya estuvo donde otra, según esa voz, no debiera estar. Y entonces ¿por qué querer ir? Ella se queda ahí. Respira, pero no escucha. O escucha que otro aun respira, y entonces, también quiere intentarlo “¿Son muchos lugares que visitar o nos espera un único escenario? ¿Vos que sentiste?”, pregunta a él, que sabe que responder, pero no quiere allí entrar.
Se escucha un golpe más intenso. El detalle dice que cada cuatro golpes que se aplican, ella pierde dos pasos en la distancia que la separa de él. El, en cambio, no pierde posición: solo se desgasta.
Ahí nos tienen los dos, en un ambiente viciado de egos, sin pedir que nos retiremos e invitándonos, cada vez más, a quedarnos y seguirlo todo de cerca. Ella no pretende más que encontrarse. Hace tiempo que se está buscando. Pero todo conduce a la incertidumbre, y él, compañero de la desolación y la desesperanza, no le resulta buen ejemplo. Prefiere irse, sí, porque sabe que podrá salir antes de entrar. Porque si de él pudo huir ¿Cómo no poder hacerlo de ella misma? Da cinco vueltas en el cuarto, se marea (en ningún momento cae) y va hacia él. Lo golpea varias veces en el pecho, mientras lleva una de sus manos al bolsillo izquierdo que tiene detrás de su jean. La deja allí menos de diez segundos y un grito que viene de la calle reordena la situación. Con sus dos manos se toma la cabeza y llora.
Ahora el sonido es mínimo. Ninguno de los dos habla ni se mira. De repente, al mismo tiempo que él retoma las palabras que nunca dijo, un solo de guitarra se empieza a ejecutar y ella empieza a soltarse. Lentamente cae sobre la cama, con los ojos fijos, no en esa, sino en otra canción, la de su vida, la que se está recreando en ese preciso instante. La que vio entre papá y mamá cuando no llegaba a los diez años.
“Calma, eso es lo que se necesita aquí dentro” le dice a él mientras se señala la cabeza. Con la mirada siempre en otro lugar, muy lejos de ese cuarto, comienza a levantarse y totalmente decidida se dirige hacia el rincón que él ocupa. Ya está parada frente a Martín. Extrae un cuchillo de su pantalón, observa como el sol que entra por la ventana se estrecha sobre el acero inoxidable y, delicadamente, lo reposa sobre la pesada mano derecha de él. Martín, quien bastante agitado respira por la boca, lo toma y deja caer libremente todo su brazo sin llegar en ningún momento a soltarlo. “Llevame al parque, dale” le dice ella mientras él agarra las llaves del auto y una campera de cuero negra.
Ya en el ascensor, un hombre de unos ochenta años no deja de mirar la sangre que Elena tiene sobre su camisa blanca. La mancha no es grande, pero a los ojos de un desconocido, todo resulta muy extraño.
Habían hecho dos cuadras en dirección al estacionamiento, cuando Charly, eufórico y por su sexta canción, le decía por última vez no poder amarla.
*(Relato a partir de la canción "No te animas de despegar" de Charly García, incluida en el disco "Piano bar")
domingo, 9 de enero de 2011
ESTE VIERNES 14/01 EN VILLA LURO!
Amigos,
Este viernes 14 de enero a las 22hs estaré tocando en "Time Club" de Villa Luro, ubicado en Av. Rivadavia 10294. El valor de las entradas es de $15 y se compran en puerta la misma noche.
Será la primera presentación del 2011 y deseo tenerlos por allí ese día. Con varios aun me debo un brindis y lo saben.
Las canciones+canciones vuelven a respirar la ciudad!
Nos vemos el viernes.
Besos y abrazos,
Ramiro.
Ahhh... en el lugar se puede comer empanadas, hamburguesas y sandwiches!
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