Como un soldado que había perdido la guerra, como un cuerpo desafiando al vértigo que provoca las alturas, aquel hombre parado en el cuarto piso ya no quería seguir buscando respuestas. Aquella tarde fueron suficientes diez minutos para que todo el barrio se hiciese presente en la puerta del edificio. Era de esos hombres que, al saberse tan poco de su vida, mayores misterios al irse nos dejan. Temblaba, muchísimo temblaba. Desde la calle se percibía perfectamente lo nervioso que estaba. De una punta a la otra, de aquí para allá, pocas palabras entregaba a la multitud, tan sólo un “váyanse carajo, porque igual me voy a tirar”. El sol, radiante, iluminaba su rostro, quizás intentando hacerle ver otras cosas.
Para los más pequeños, la situación era como un juego, no todos los días alguien grita desde tan alto. Algunos vecinos decían que estaba loco, que unos meses atrás había ocurrido un episodio parecido, muchas cosas se comentaban. La cuestión era que ningún familiar se había hecho presente en el lugar. O quizás nadie quería decir que lo era.
Era joven, entre treinta y cuarenta años, extremadamente flaco y de cabellera larga, como la de un fanático del heavy metal. Su cara era una más, nada de particular. Pero al mirarlo, más allá de la distancia, se llegaba a advertir en su rostro tristeza, desolación. “Dios no se tire, mire que la pelota no se mancha” le gritó un joven. Y él escuchó lo que le decían, pero lo pasó por alto.
Durante varios minutos expuso ante todos una serie de insultos de los más ricos y variados. Sabedor quizás de varias lenguas, puteó en español, inglés, italiano y hasta en guaraní, porque una mujer de pollera larga y colorada, tradujo a la multitud el valioso mensaje. El carnicero de la cuadra, recordaba sus últimas compras, sus últimas palabras, como si ya se hubiese echado al vacío. Tres viejas solteronas, con exceso de rubor en el rostro y un cigarrillo mentolado en sus labios, sólo hacían referencia del olor a vino que salía de su casa. Todos tenían algo que decir.
Estaba cansado, no quería seguir hablando. Se sentó y empezó a hacer gestos con sus manos. Desde arriba reconoció a la negrita, la única amiga que le había dejado el barrio, “negra, usted sabe que la quiero, sepa disculpar, la vida conmigo se portó mal”, le gritó, mientras la muchacha lloraba desconsolada sobre el cordón de la vereda.
El desfile de personajes no llegaba a su fin. Hasta la piba de la farmacia se quedó a mirar. El comisario le pidió que bajase y dialogaran. Le dijo las mismas cosas que siempre se dicen en este tipo de casos: que la vida es hermosa, que no hay situación peor que la muerte y muchas cosas más que poco irían a servir.
De un salto rápido pero firme se puso de pie. Decidido a volar apoyó una de sus piernas sobre la baranda de cemento que daba a la calle, la cual muy difícilmente soportara tanto peso. Los miró a todos, pero no se animó a hablar. Quiso hacerlo, pero no pudo. Los más pequeños sintieron las manos de sus madres sobre sus ojos. “Yo quiero ver mamá” dijo uno de ellos, testigo de lo que pasaba, “los nenes como vos solo ven dibujitos” se apuró a decir su madre, mientras pensaba en el puchero de la noche.
Era un ochenta a veinte. Para casi todos un borracho y para otros pocos un pobre tipo. “Siempre se comentó que andaba en algo raro, esto no me extraña”, afirmó Margarita, conocedora de todo lo que siempre sucedía en la cuadra, aportando precisos indicios del porqué de tamaña situación.
Estaba decidido, se iba a tirar. Antes, se quiso tomar dos minutos para rezar. Con voz alta un Padre Nuestro regaló para Balvanera. Solo el carnicero lo acompañó en el rezo. El resto observó con una mirada indiferente. Una paloma le empezó a dar vueltas por la cabeza, lo que faltaba para completar su nerviosismo. Le pidió al oficial que tapara su cuerpo apenas cayese sobre el piso. Como un águila decidida a volar, yendo en busca de aquello que quizás nunca consiguió, elevó sus brazos, cerró los ojos y se tiró.
La muerte fue instantánea, cuatro pisos fueron suficientes para que su cabeza no resistiera a las baldosas. Los médicos que allí se encontraban no pudieron hacer nada. Los vecinos, acongojados por la situación, peleaban un lugar ante las cámaras de Crónica TV para dar su testimonio, para ofrecer su crónica.
Al cabo de una hora, la mayoría ya se había marchado del lugar. Todo había vuelto a la normalidad. Solo quedaron algunos policías y el portero del edificio quien se encargó, con bastante lavandina, de limpiar el charco de sangre que había quedado.
miércoles, 6 de agosto de 2008
Desde lo alto de Balvanera (Crónica urbana)
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5 comentarios:
Sin lugar a dudas ese "olvido" con el que se remata el final del relato es lo que siempre suele suceder. La gente siempre quiere protagonismo, se mira el pupo, trata de salir en primera plana con ruleros o con un caniche bajo el brazo, pero siempre enfocándose ellos. El suicidio, la desesperación, la falta de entusiasmo por vivir, la depresión, el hartazgo, cosas tan de modas por estos días en esta época de crisis y locura mundial. Todo es una verdadera realidad.
Querido amigo te felicito por el relato. Tú escrito está bastante bien logrado y sinceramente me ha gustado.
Un abrazo desde Córdoba!
ey tropece de repente con tu castillo de fotos y palabras..
prometo leerte con mas tiempo_suenan prometedoras las oraciones..
me gusta tu blog_
te dejo un saludo..
y la invitacion a este humilde rinconcito...
www.georgi-farosolidario.blogspot.com
www.myspace.com/georgi_dp
che y se tiró es tipo?
...y no le sacaste fotos con el celular?
Rama!!!! asi nunca vamos a llegar a la mesa de impresentables de Mirtha!!!
Me pongo a pensar en cuántas personas van desapareciendo del mundo sin que nadie las recuerde. Y también me pongo a pensar en cuántas personas creen que nadie piensa en ellas, y ni siquiera percatan de todo lo que provocan en alguien. De cómo creemos que muchas cosas no tienen sentido y para alguien tal vez sí, solo que nunca nos enteramos.
leyendo leyendo me quede con ganas de mas...
esta muy bueno! atrapa...
espero q estes bien :)
hacia mucho q no actualizaba esto del blog.. lo tenia abandonado..
un besote !
segui asi..
flor!
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